Colección: Serie de pinturas “El nuevo Leviatán”

En 1651, un grabado abría el libro de Tomás Hobbes titulado Leviatán: este grabado presenta al Estado como un gigante artificial compuesto por el pacto que miles de hombres hacían para ceder sus derechos naturales, como la libertad, al soberano a cambio de seguridad. El soberano es la cabeza del estado y sostiene en sus manos la espada —símbolo del poder civil— y el báculo —símbolo del poder religioso—, de modo que es el único que decreta y ejecuta la ley civil y la ley religiosa; con este pacto Hobbes pretendía solucionar los conflictos humanos derivados de sus egoístas intereses, en cuanto el pueblo cede sus derechos a quien sería el poder racionalizador de los individuos en sociedad.

            En dirección opuesta, la serie de pinturas titulada “El nuevo Leviatán” expresa la distopía que vivimos hoy en día (no sólo en México o América Latina, sino a nivel global) a partir de los símbolos del grabado con que abría el libro del Leviatán de Tomás Hobbes (publicado en 1651). Para ello, se muestra fragmentado y reorganizado en los símbolos que componen este grabado y muestra la ruptura y desarticulación de los poderes tanto políticos, como moralizantes. De igual forma se resalta recurrentemente la cabeza soberana en direcciones giradas y perdidas, o bien diluida sobre el resto de la pintura, de tal forma que señala la falta de sentido y autoridad política. En otra pieza, la misma cabeza soberana se encarna en una figura femenina, y así representa la ambigüedad y capacidad camaleónica que los poderes políticos pueden tomar y formar, con tal de velar por el interés minoritario, o bien personal. De esta manera denota que el mismo soberano, actuando como un individuo, sin reconocer a sus otros, se mantiene tanto a sí, como a su estado, en una condición infantil perpetua.

            Non est super terram potestas quae comparetur eiNo hay poder que se le compare sobre la tierra, Hobbes tomó este versículo bíblico para caracterizar, erigir y sostener a la bestia política: al orden monárquico, al dios que sobre la tierra que potencia y extiende nuestros límites y dimensiones materiales, para ser uno con otro, y todos con uno. Es así cómo Hobbes comprende la dinámica, la formación social y su estructura política, y cómo desde el estado más ruin entre los hombres se puede acordar por la paz y armonía. Emerge así aquel monstruo que se forma desde el mar de las inmundas pasiones humanas, para constituirse hacia la luz como una formación de sujetos en pleno uso de su razón, pactando por la formación del Estado, del Leviatán. Asimismo, no hay poder que se le compare en la tierra, a la misma fuerza política capaz, tanto de encarnar al Leviatán, como de encarnar al Behemoth, y ser una lucha constante y agónica al revertirse contra nosotros mismos: fragmenta, diluye y perpetua la instantaneidad de nuestra condición humana.

Pinturas acrílicas sobre papel, con transfer de grabados de los siglos XVI y XVII.